jueves, 10 de enero de 2013

Una mariposa debajo del ombligo: La Pelvis


“La estructura de la pelvis en el cuerpo es un complejo ensamble de estructuras que desempeña una función vital en la biomecánica del movimiento humano. Su forma sugiere una mariposa aparentemente petrificada por siglos de evolución, metáfora afortunada pues en la pelvis late un torrente generador de múltiples procesos de transformación.”
 Yania Arivéz



La pelvis, también llamada cintura pélvica es un anillo óseo formado por dos huesos coxales o iliacos, el sacro y el pubis. Cada uno de los huesos coxales está formado a su vez por la fusión del ilión, el isquión y el pubis. El sacro y el coxis, por su parte, situados en la parte posterior, son el resultado de la fusión de vertebras y forman el extremo inferior de la columna vertebral.

La pelvis es una estructura clave en el mantenimiento de la salud e integridad de la columna vertebral. Es la estructura encargada de unir el miembro inferior y el tronco, formando la parte inferior de la pared abdominal, sirve de origen e inserción a los músculos del miembro inferior y aloja a las vísceras abdominales. Entre sus funciones están: estabilizar el centro de gravedad, favorecer las posiciones estáticas y transmitir los impulsos.

La palabra Pelvis es latina, de raíz indoeuropea, significa Vasija de barro o recipiente. Y en efecto la fusión de todos los huesos mencionados forman una especie de contenedor o vasija, también llamada bacinete. La pelvis tiene variantes femenina y masculina. Esta diferencia básicamente está determinada por su función, ya que la pelvis femenina requiere de amplio espacio interno para posibilitar el proceso de gestación y el parto. Por lo tanto sus crestas iliacas y su cavidad son mas anchas lo cual propicia que los ángulos pelvianos estén más abiertos, la distancia entre los isquiones es mayor y; en conjunto, ligeramente más inclinada hacia delante en comparación con la pelvis masculina.
La pelvis, en su unión con la columna lumbar, mediante la articulación lumbo-sacra, ofrece una base sobre esta y determina que los movimientos de dicha pelvis afecten directamente a la columna (y viceversa), incidiendo sobre las curvaturas sagitales. En bipedestación, la base del sacro se halla inclinada hacia delante alrededor de 30 grados en relación al plano sagital, pudiendo girar sobre un eje transversal (articulación coxofemoral) en sentido anterior y posterior. Estos movimientos de anteversión y retroversión deben ser uno de los objetivos principales, como trabajo de propiocepción inicial de cualquier programa de acondicionamiento físico básico orientado a la salud. Inicialmente, debemos entender el equilibrio del cinturón pélvico con la capacidad propioceptiva y muscular para mantener estable dicha estructura y con ello asegurar la integridad de la zona lumbar.

Desde un punto de vista saludable debemos controlar la posición de la pelvis y su relación con la columna y miembros inferiores. Existen gran cantidad de ejercicios (por ejemplo el remo en muchas de sus variantes) donde la acción de flexión lumbar se verá condicionada por la movilidad de la pelvis y, dicha movilidad, dependerá en gran medida de la capacidad de extensión de la musculatura isquiotibial. El realizar dichos ejercicios en condiciones desfavorables (bajo nivel de movilidad pélvica, falta de flexibilidad isquiotibial, etc...) repercutirá sobre la columna y planteará situaciones desfavorables y potencialmente lesivas para dicha estructura. Los malos hábitos posturales también son adquiridos en la realización de los ejercicios y pueden producir un desequilibrio pélvico no solo de manera propia (producida por la propia musculatura del cinturón pélvico) sino también asociada (producida como “reacción” ante otras acciones articulares). A continuación una par de videos con sencillos ejercicios para fortalecimiento de flexores y extensores de cadera:


















La pelvis es la central que cualifica todos los movimientos que realizamos en la vida cotidiana. Es un centro que irradia su estado muscular (sea en extremo tenso, o relajado, así como todos las gradaciones intermedias) hacia todas las demás estructuras del cuerpo. En otras palabras, si los músculos que participan en el movimiento pélvico viven tensos, sin suficiente oxígeno y sangre circulando por sus fibras libremente, el movimiento global resultante será limitado, entrecortado, disfuncional. En el extremo opuesto, músculos asociados laxos generan movimiento descontrolado, desarticulado, “despatarrado” y también disfuncional. Prácticamente no hay movimiento que no atraviese o resuene en esta gran estructura gracias a la interrelación dinámica de las fascias musculares. Desde el movimiento respiratorio de inhalar y exhalar, hasta el movimiento de flexión y extensión cervical o de los deditos de los pies reclaman una participación, más o menos sutil, de la pelvis.  Por lo tanto, resulta de gran importancia poner especial atención a la manera en que se entiende dicha estructura, a la concientización de sus funciones y roles fundamentales y sobre todo a la reeducación corporal  propiciando en el alumno de danza el aprendizaje a partir de ejercicios que incluyan su localización táctil así como ejercicios básicos para sensibilizar esa región del cuerpo con la finalidad de lograr la representación de la propia pelvis para poder moverla después.


Referencias:

Calais, BG., (1993). Anatomía para el movimiento.

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